jueves, 19 de diciembre de 2013

“El Hobbit : La desolación de Smaug” (segunda parte), de Peter Jackson, con la reseña del film de Rodolfo Santullo


Por Gabriel Zárate   

Se estrena hoy la esperada segunda parte de la trilogía “El Hobbit”, subtitulada: “La desolación de Smaug”, adaptación de la novela de J.R.R. Tolkien, publicada en 1937 y dirigida por el neozelandés  Peter Jackson. “The Hobbit: The Desolation of Smaug” (EEUU.2013) es la continuación de “El Hobbit: Un viaje inesperado” (“The Hobbit: An Unexpected Journey”. 2012), un film de 161 minutos, con un presupuesto de 250 millones en su realización. Fantasía heroica ambientada en la “Tierra de Media” de Tolkien. Reproducimos la reseña sobre el film del gran Rodolfo Santullo.

“A esta altura, recomendar El Hobbit: la desolación de Smaug tiene la sensación de estar predicando a los conversos. Nadie que haya llegado hasta acá- con las tres Señor de los Anillos y la primera del Hobbit encima- duda de lo que va a encontrar a la hora de regresar a la Tierra Media inventada por Tolkien y pasada por el tamiz de Jackson. Para este momento, al fan promedio de la saga le alcanza con encontrar una aventura bien filmada y si hay algo de lo que se puede estar tan tranquilo como seguro con Jackson, es que eso mismo se va a encontrar.  

La historia retoma allí dónde El Hobbit: un viaje inesperado nos había dejado, donde la compañía de los 13 enanos, el mago Gandalf y el hobbit Bilbo Baggins terminaban con la Montaña Solitaria a la vista. Apremiados por tener que estar en dicha montaña antes de un día determinado, encararán este último tramo del viaje donde les esperan no pocos peligros: los terribles orcos que los venían persiguiendo pero, además, los elfos oscuros del bosque negro, que lejos están de ser sus aliados. Inclusive, poco pueden esperar de los humanos que encontrarán en su camino. Y para colmo de males ahora sí nos va a quedar claro que Sauron está volviendo. Ah, y nos queda un dragón enorme, además.  

A diferencia de la primera entrega, aquí la historia no se limita tanto a seguir al hobbit del título, sino que hay un protagonismo múltiple: se acompaña a Gandalf que parte en misión en solitario, se ve los tejes y manejes de los elfos (entre los que reaparece- ¿o aparece por primera vez? Con las precuelas siempre es difícil decirlo- Legolas, que aquí es casi un villano, en un giro bastante fresco para el personaje), la compañía de enanos se separa, etc. Esto ayuda a disimular un poco lo escaso de la historia- que se resume fácilmente a "un grupo de personajes camina 3 horas para llegar a una puerta"- que en esta ocasión sí se siente algo estirada. No es que aburra, no lo hace nunca de hecho, pero sí se echa en falta algún conflicto de más peso. En sus personajes y no tanto en un nuevo enemigo que dispare otra vertiginosa pelea. Algo de eso hay apenas en Thorin, líder de la compañía de enanos, que muestra una hilacha algo oscura una vez que llegan al tesoro, pero todavía- y es de presuponer que ya no lo haga- la franquicia no logra volver a sus 13 enanos personajes o siquiera darles identidad. Sí, está el Jefe, el viejo que sabe y los dos enanos más jóvenes, pero el resto son absolutamente intercambiables o incluso prescindibles.  

Mejores resultados se consiguen con los personajes nuevos incluidos ahora en la franquicia. Tanto los elfos como los humanos- entre los últimos, destaca Bardo el Arquero- tienen apuntes más firmes de personalidad, que a su vez, les permiten a los actores concretar mejores actuaciones. En este contexto, el viaje de los enanos (que tan firme era en la primera entrega) queda algo relegado, como escondido en un segundo plano que por momentos parece que poco importa.  Por supuesto, la emoción está a la orden del día. Saltamos de batalla en batalla -cargadas de humor además, con momentos hilarantes como cuando el enano gordo vence enemigos desde dentro de un barril- y cuando la acción se centra en el Hobbit -Martin Freeman está tan inspirado como siempre- también se encuentran las mejores instantáneas de todo el metraje (su diálogo con Smaug el dragón está a la altura del que tenía con Gollum en la primera entrega).  

Me queda la duda de lo efectivo de los conflictos. Sabido es que es muy difícil generar conflictos reales en precuelas de material ya exhibido. Basta con recordar las nefastas tres precuelas de Star Wars para ver un claro ejemplo de cómo no hacerlo. Pero por otro lado, cuando en El Padrino II se nos contaba la juventud de Vito Corleone, uno se involucraba con el personaje como si fuera la primera vez que lo veía y temía por su suerte sabiendo incluso que Robert De Niro terminaría por convertirse en Marlon Brando. Acá, en la película que nos ocupa, eso no se logra. Poco puede enganchar un duelo de Legolas solo frente a 30 orcos, si sabemos que sale para la trilogía de El Señor de los Anillos. O que los enanos hagan un desesperado intento por liquidar al dragón, si sabemos que el año que viene la saga se completa con una tercera entrega. Queda esa buscada incertidumbre sobre el destino de los personajes en aquellos que han sido creados para la ocasión y la pregunta de ya que tanto cambio se hizo sobre la obra original para que sean mejores películas porque no apostar a cambiar en serio y que el dragón cocine a tres o cuatro enanos de esos que no importan, así sea para darle al espectador un poco más de dramatismo”. (Rodolfo Santullo).Publicado en Rou Movie

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