jueves, 12 de noviembre de 2015

Entrevista a Milo Manara, por sus 70 años: “Bertolucci nos enseñó el sexo sin amor” (El País)


Hoy 12 de septiembre Milo Manara cumplió 70 años

Por Julio Ocampo

El maestro del cómic erótico cumple 70 años, y nos habla de su obra y su relación con Fellini, Dalí, Almodóvar… y la Iglesia En un lugar como Italia, amante de los eufemismos y obsesionada por la bella figura, a Milo Manara probablemente lo definirían como un historietista de lo erótico capaz de introducir en el mundo de sus cómics tintes algo obscenos o depravados, voyeuristas, exagerados e incluso ficticios. En España, quizás, debería ser visto como lo que es: un maestro artístico de la pornografía, entendida ésta como algo puramente sano y necesario que descansa en la mente de todas las personas, situadas en cualquier confín. Desde la Iglesia hasta los talleres mecánicos. Hablamos con él para recorrer toda su trayectoria, sus cómics y su relación con artistas como Fellini, Hugo Pratt o Luis Buñuel.

Acaba de cumplir 70 años. Algo más de treinta tiene El clic (Il gioco), la obra que le inmortalizó para siempre. Envejeció bien, pero cuando fue llevada al cine resultó un fracaso. ¿Lo cree así?

Sí, claro. Introdujeron cosas no previstas, y de las que siempre fui contrario. Mezclaron erotismo con disparos, algo que no me parece serio.

En la profundidad de sus historias hay una crítica feroz a la frivolidad nobiliaria. En este caso, me recordó a una inmortal película de Buñuel: El discreto encanto de la burguesía. ¿Me equivoco?

Buñuel nos iluminó la conciencia con esta obra maestra. Me inspiré mucho en él, pero no solo. También me fascinó el movimiento surrealista español.

¿Conoció a Dalí?

Trabajé algunos años en Italia con Miguel Ortiz Berrocal, un magnífico escultor malagueño. Él me lo presentó una vez, pero todo quedó ahí, nunca hicimos amistad.

Volvamos a El clic… Una mujer guapísima y desencantada que hace el amor con todo lo que se mueve porque, en teoría, una caja misteriosa conectada a su cerebro es capaz de agudizar su excitación sexual. Lo paradójico es que ese aparato (un MacGuffin) resulta haber sido un timo. ¿No se podían justificar esa actitud por sí sola?

La caja representa la solución a la trama, la absolución a los pecados que proviene de los curas. Algo así como “Lo puedes hacer, porque después tu alma vendrá purificada”. En el erotismo es importante el pecado.

Insisto, es como si la ninfomanía no se pudiera porque sí, sin esperar que uno lave los pies para absolverla. ¿Alimenta el morbo un país conservador y oprimido como el suyo?

Por supuesto. También la transgresión al pudor.

En agosto del 78 hubo una concatenación de Papas: Paolo VI, Juan Pablo I y Juan Pablo II. Usted, por entonces, ya había escrito Las aventuras de Giuseppe Bergman. ¿Tuvo algún problema con el Vaticano?

No entonces, porque creo que ellos no leían mis cómics. Sí hace algunos años, cuando el diario Il fatto Quotidiano me publicó una viñeta sobre la beatificación de Woytila (2011).

En la imagen, aparece el difunto Papa en el cielo rodeado de mujeres aladas y desnudas… ¡A una incluso le toca una teta!

Mi crítica, en realidad, era porque a la Iglesia le faltó tiempo para aprovechar la aún vigente popularidad del Pontífice después de muerto. Parece que antes no le dejaron morir y ahora no le dejan vivir. Estuve algunas horas en un cuartel militar, pero todo quedó en nada. No hubo ninguna denuncia.

Usted ha dibujado carteles y propaganda política, pero el gran éxito le llega con la imagen femenina. El próximo año será el 30 aniversario de El perfume invisible. ¿Dónde están esas mujeres seductoras y perversas con mirada pícara y piernas infinitas?

Algunas existen, pero la mayor parte están en mi imaginación, de mis fantasías y sueños.

Otros maestros del cómic, como Pichard o Crepax, también enfocaron su arte como un arma política y social. Además de los prejuicios en torno al sexo que hay en Italia, ¿contra qué quería luchar?

Quería que en mis tiempos (años 60), lo más importante por encima de todo -incluso la política- fuera la cultura, porque es la que determina nuestra forma mental. La verdad es que creo que con el erotismo hemos contribuido a cambiar la sociedad, su modo de vivir. Ahí nos ayudó mucho Bertolucci con El último tango en París, donde nos enseñó el sexo sin amor. Fue considerada un escándalo para la iglesia, que la censuró.

Usted le quita a la pornografía los tintes machistas. ¿Cree que viaja hacia el eros de forma elegante?

Es que tengo un profundo respeto y una gran admiración hacia el género femenino.

Diseña actualmente los cascos de Valentino Rossi, ha trabajado con Marvel (X-Girl), con Almodóvar (ilustró Fuego de entrañas), pero sobre todo con Fellini. ¿Cómo era?

Perfeccionista, controlador, obsesivo, culto, educado, gentil y muy comprensivo. Un genio.

Pero sin duda, quien más influencia le ha proporcionado ha sido el ya fallecido Hugo Pratt, creador de Corto Maltés. ¿Sabe que sus historias han sido rescatadas 27 años después por Juan Díaz Canales y Rubén Pellejero? ¿Ha leído ya Il sole di mezzanotte?

Aún no, pero creo que será difícil sustituir a Pratt, sencillamente porque no se puede imitar.

En una entrevista que concedieron al Corriere della Sera, dijeron que su intención no era copiar, sino seguir su historia porque Pratt dejó una puerta abierta…

No sé si él hubiera querido que alguien continuara sus aventuras. Le vi justo antes de morir, y no me comentó nada al respecto. Eso sí, hace treinta años me insinuó que fuera yo quien siguiera con las andanzas de Corto. Lo rechacé.

En cambio sí tomó su consejo de realizar Giuseppe Bergman, un antihéroe por naturaleza. ¿Se ve usted reflejado en sus vivencias?

Pues quizás sí. Me gusta esa idea de la dificultad para vivir una aventura, probablemente porque luego se disfruta más. Me gustan todos los Ulises: el de Joyce, el de Homero y, por supuesto, el de Dante en La Divina Comedia. El maestro italiano, cómo no, lo ubica en el infierno, con Diomedes. Esa figura eterna y aventurera en busca de su destino me fascina.

Sus inspiraciones, dispares, van desde Boccaccio (Los Borgia, trabajando con Jodorowsky) hasta Kubrick, Rosellini, Piranesi (Caravaggio) el Pop Art e incluso Kafka, del que le admira su libro América. ¿Es ahí donde tiene pensado enfocar su trabajo en un futuro? ¿En profundizar sobre la inoperancia del hombre?

Me apasiona Kafka y su continua alusión a la absurdidad de la vida, representada en El proceso o El castillo. Él, que no estuvo nunca en América, escribió este libro que no es más que un viaje de un joven hacia un mundo desconocido donde, por momentos, se pierde el sentido de vivir y el valor de estar aquí. Quiero hacer algo sobre esto, juntando el ideal de Ulises o Corto. Quiero más aventuras.

Usted ha visitado muchas veces América por lo que tendrá que escoger otro destino virgen. Pratt decía que “viajar no es más que ir a los lugares que ya están en tu imaginación”.

Intentaré cambiar lugar y ambientación.

Eso en el futuro, ahora está con la segunda parte de Caravaggio, en Nápoles y Sicilia. En la revista GQ, dice que el pintor vivió como un héroe de cómics, por lo que parece un personaje inventado. Yo le veo sensible y creativo, contado con un excelente rigor documental.

Es su vida y obra con mi toque personal. En el primer volumen hablé de su estancia, su vida y su pintura en Roma. Ahora estoy centrado en sus viajes a Nápoles y Sicilia. Lo hago como si fuera un héroe de aventuras.

¿Conoce Mortadelo y Filemón?

Creo que sí, pero no lo recuerdo muy bien. La escuela española de cómics está muy ligada a la italiana, porque durante el Franquismo vinieron a Italia a trabajar. Tenemos toques similares.

11  de noviembre del 2015. El País (España)

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